sábado, 22 de septiembre de 2012

NUEVO LIBRO- EL FACILITADOR DE ANHELOS



INTRODUCCIÓN


Nunca tuve la cualidad de ver el futuro, sólo sabía una cosa a fuerza de experimentar una y otra vez: viviría eternamente.

El hecho de ser inmortal, no me ha llevado a tener una larga existencia de disfrute sino que, muy por el contrario, me colocó en la horrible situación de no tener vida, de buscar un cambio constante para evitarme algunos sufrimientos y ser descubierto. La imposibilidad de compartir mi secreto, condición esencial de mi cualidad, derivó en que jamás haya podido formar una familia ni desarrollarme en una profesión normal como querría hacer cualquier persona.

El por qué me decidí a escribir estas páginas, lo develaré más adelante. El lector se habrá dado cuenta que mi cualidad ya no existe, el secreto fue revelado y mi vida tiene el límite humano, con la sublime incertidumbre de no conocer la fecha, hecho que, teniendo en cuenta mi vasta existencia inmortal, se ha transformado en un condimento esencial para disfrutar cada momento.

Durante siglos participé de algunos sucesos históricos, obviamente sin reconocimiento alguno. Si bien pude combatir al lado del mariscal Rommel en el desierto del Sahara, jamás logré tomar esa merecida notoriedad por temor a ser descubierto. El único soldado que ha participado de todas las batallas, asistido a bombas atómicas y ataques suicidas y ha sobrevivido. Demasiada exposición. Mi asistencia sólo fue como espectador. En alguna oportunidad tomé ciertas decisiones, no lo niego, pero en la sombra. Siempre estuve atraído por los simples actos.

Mi intervención tangencial en algunos eventos tal vez tribales, me ha llevado a darme a conocer con diversos nombres y, contrariamente a lo que pueden imaginarse, siempre fui bien recibido.

No tolero los asesinatos, las violaciones, la corrupción, los robos. Mi pasión son los pequeños hurtos, las infidelidades, la mentira “piadosa”, la trampa y, situando la actividad en mi ciudad predilecta: la picardía porteña.

Admiro y protejo al carterista del subterráneo, a la mujer que inventa una historia magnífica para encontrarse con su amante, al niño que nada dice sobre ese aplazo y falsifica el boletín escolar, el gol con la mano, el beso robado en la oscuridad de una calle.

Sin embargo, no es fácil hallar a esos hombres dignos, profesionales de la mentira. Ya ni los abogados pueden situarse en este rubro. Los maridos infieles suelen arrepentirse, los pungas suelen aspirar al robo a mano armada, el jugador tramposo suele declarar sus embustes en programas televisivos.

Esta falta de códigos ha conducido mi vida por otros rumbos.

Me tomaré esta noche para contarles algunas historias de seres desesperados que me han solicitado su ayuda y a las cuales no he podido negarme.

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